Tuberculosis abdominal

domingo, 13 de abril de 2008

INTRODUCCIÓN
A principios del siglo XX, la tb extrapulmonar era la primera causa de estenosis y obstrucción intestinal. Las mejoras higiénico-dietéticas y el tratamiento específico redujeron su incidencia, aunque con la migración actual su incidencia puede aumentar1,2.
Conocida como “la gran simuladora”, la tuberculosis mimetiza una gran cantidad de padecimientos, y en su variante peritoneal puede comportarse clínicamente como cualquier otra enfermedad abdominal, como la enfermedad de Chron3. De hecho, si no se sospecha, puede pasar por alto o diferirse indefinidamente, lo cual repercute de forma significativa en las tasas de morbimortalidad por dicha afección.

DISCUSIÓN
La tuberculosis abdominal4 es una entidad infrecuente, representando el 0,5% de los casos nuevos de tuberculosis y el 11% de las formas extrapulmonares5,6, aumentando su frecuencia por la aparición de la infección por el virus de inmunodeficiencia humana7-9, la resistencia a los fármacos antituberculosos y los cambios migratorios.
La tuberculosis peritoneal se origina como resultado de la reactivación y diseminación hematógena de focos latentes, fundamentalmente de un foco primario en el pulmón, pudiendo no ser éste radiológicamente visible. Ocasionalmente, se presentan casos relacionados con diseminación por contigüidad de lesiones tuberculosas como intestinal.
El Mycobacterium tuberculosis puede localizarse en cualquier órgano de la cavidad abdominal1, siendo el más frecuente el tracto gastrointestinal, seguido de los ganglios retroperitoneales.
Tras la reactivación, tanto el peritoneo parietal como el visceral se cubren de tubérculos. Un 97% de los pacientes concurren con ascitis en el momento del diagnóstico, mientras que sólo el 3% manifiestan una variante con predominio de adherencias fibrosas, denominada “variante seca”.
La clínica predominante suele ser distensión abdominal secundaria a ascitis exudativa, fiebre, pérdida de peso, dolor abdominal, diarrea y malestar abdominal inespecífico, pudiendo simular cualquier proceso abdominal. Debe realizarse diagnóstico diferencial con procesos, como la enfermedad de Chron3, apendicitis aguda2,10, adenocarcinoma intestinal, sarcoma, enteritis por Yersinia, amebiasis e histoplasmosis, entre otras.
El diagnóstico se basa en la sospecha de la entidad11,12, debiéndose confirmar mediante estudio microbiológico.
La prueba de la tuberculina resulta positiva en la mitad de los pacientes13.
Los métodos diagnósticos más empleados son la obtención de material para realización de microbiología, tinción, cultivo y reacción en cadena de la polimerasa14. Las técnicas más frecuentes son: la paracentesis, colonoscopia15, laparoscopia, biopsia de peritoneo con aguja de Cope, laparotomía exploradora o seliotomía.
El tratamiento16 de la tuberculosis abdominal no difiere de la pulmonar. En pacientes inmunocompetentes se realiza tratamiento durante 6 meses, los dos primeros meses con 3 fármacos (isoniacida, rifampicina y pirazinamida), y los 4 siguientes con dos (isoniacida y rifampicina). Sin embargo, debe realizarse antibiograma ante la posibilidad de aparición de cepas multirresistentes.
La tuberculosis, y en especial su variante peritoneal, constituyen, como antaño, un reto diagnóstico, epidemiológico y terapéutico.

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2005